Horizontes de grandeza

Cuando la corona española decidió, a mediados del siglo XVIII, que el territorio conocido como Costa del Seno Mexicano fuera colonizado, pacificado, repoblado e incorporado a la vida económica y cultural de la Nueva España, se tomó la determinación de crear la colonia del Nuevo Santander. Esta demanda recayó en José de Escandón y Helguera, conde de Sierra Gorda, que contempló llevar a cabo el proyecto con pobladores de Nuevo León y Coahuila, quienes, entendidos de tener derecho a una compensación económica anual y abundantes porciones de tierra, aceptaron su futuro nuevo estatus social, acompañando al patriarca en la aventura de poblar un territorio desconocido pero rico en excelentes pastos, agua y esperanza en el porvenir. Así, Escandón llevó con ellos la simiente humana para establecer en la franja derecha del río Bravo las Villas del Norte, fundadas en el año de gracia de 1749 y bautizadas como Camargo, Reynosa, Revilla, hoy Nueva Ciudad Guerrero, Mier y Laredo, única población en la ribera izquierda del río Bravo o Grande del Norte, amén de las villas del centro y sur que aún perduran bajo los nombres otorgados por Escandón. Ni éste, ni Carlos Cantú, su lugarteniente, fundador junto con él de Reynosa, pudieron pensar que a la vuelta de dos siglos y medio, aquella pequeña población de analfabetas, dejados de la mano de Dios, fueran a constituir una urbe de vida y de trabajo en lo que fue las Lomas de San Antonio, antes antigua villa de Nuestra Señora de Guadalupe de Reinosa. Innegable es, más de un millón y cuarto de habitantes poblan lo que antes eran tierras de agricultura y ganadería y que hoy se han convertido en un polo de crecimiento: la principal ciudad tamaulipeca por número de habitantes, fuentes de trabajo y vida económica activa.

Las primeras ocupaciones de los reynosenses fueron la extracción de la sal en las Salinas del Rey, ubicadas en lo que es hoy Edimburg, Texas, la cal, las pieles de los animales salvajes y una incipiente agricultura que cubría sus necesidades, así como la ganadería en gran extensión, debida a los vastos pastos con que contaba la región gracias a la virginidad del terreno y las constantes inundaciones que provocaba el desbordamiento del río Bravo, cuyas aguas traían aparejado el limo y fertilizaban las tierras bajas.

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El crecimiento continuo de Reynosa se ha debido a diversos factores que podemos sintetizar, primeramente, en una explotación masiva del turismo, en el primer tercio del siglo pasado, que duró hasta entrados los setentas, del cual se obtienen ingresos suficientes para paliar el gasto del erario municipal, amén de su vocación para la ganadería intensiva y la agricultura -favorecida por la existencia de los canales Rodhe y Anzaldúas que recorren una tierra fértil que fue exprimida hasta sacarle el último centavo. Posteriormente, el descubrimiento del petróleo y gas en el municipio dio comienzo a una migración de habitantes que no termina de concluir. Finalmente, a partir de los sesentas, la industria maquiladora ha venido a detonar el crecimiento de Reynosa en todos los órdenes. Hoy, Reynosa es una gran urbe que cuenta con modernos y novísimos centros comerciales, farmacias de calidad, servicios hoteleros de primera, restaurantes de lujo, fraccionamientos para todos los estratos sociales, escuelas, colegios y universidades, tres puentes internacionales y un cuarto más en construcción, lo cual nos da una perspectiva de que el crecimiento de Reynosa va para largo y no se ha estancado como ha sucedido con otras poblaciones fronterizas.


Es en síntesis, un esbozo de lo que llamamos “Horizontes de grandeza de Reynosa”, título acertado del momento crucial del desenvolvimiento económico por el que atraviesa este municipio.

Lic. César Humberto Isassi Cantú
Cronista de Reynosa